Testimonio de Leonardo Romero, estudiante de quinto año de la Escuela de Periodismo UDP sobre las razones de las movilizaciones en la comuna de Lo Barnechea.
Toda mi vida ha transcurrido en este cerro de Lo Barnechea. «Cerro 18 de septiembre» es su nombre original, pero los diferenciamos por su apellido, norte o sur dependiendo de su ubicación. Mi barrio está en el Cerro Dieciocho Sur, un lugar aislado, en el que después de las diez de la noche no tienes conexión con el resto de la comuna, ya que el ascensor y los colectivos que llegan a su cumbre dejan de funcionar a esa hora.
Las micros C01 realizan su recorrido hasta la mitad del cerro y desde ahí las personas deben subir caminando para llegar a sus hogares. Antes esta situación era aún más precaria, ya que los primeros recorridos de las micros amarillas solo llegaban a los pies del cerro, entre Los Quincheros y Circunvalación Cerro Dieciocho. En esta parte baja también finaliza el recorrido C01 cuando hay lluvia o nieve. Desde ese lugar los habitantes deben caminar 400 metros en subida para llegar a sus hogares.
Vivir en el Cerro Dieciocho de Lo Barnechea es tener una hermosa vista de Santiago, pero también es tener la vista a las desigualdades que hay dentro de la misma comuna. En el Cerro Dieciocho una vivienda social tiene un valor fiscal de 14 millones de pesos, mientras que en Valle Escondido, detrás del cerro, existen casas que superan los 1.600 millones, según datos de Servicio de Impuestos Internos.
En la comuna de Lo Barnechea existe un 2,5% de personas que viven bajo la línea de la pobreza por ingresos y un 17,3% dentro de la pobreza multidimensional. Esto, según datos de la Casen 2015 en su encuesta «Estimaciones comunales de pobreza por ingresos y multidimensional».
La magia de vivir en el cerro
El año 1986 hubo un alud en el río Mapocho y el agua comenzó a salir de su caudal hacia el campamento “Quinchamalí” en la comuna. Luego de la tragedia Augusto Pinochet visitó el sector y prometió la construcción de casas en el cerro, las que comenzaron a levantarse en octubre de ese mismo año.
Para el año 1989 se inauguraron las viviendas: casas pareadas de 32 metros cuadrados, donde la gente debió utilizar sus patios para poder ampliar sus hogares. En aquellos años las personas debían subir caminando los 800 peldaños de las escaleras, ya que no existía locomoción que llegara a la cima del cerro. Con el tiempo, diferentes personas empezaron a ocupar sus vehículos como colectivos informales y se terminó creando la primera y única línea de colectiveros que ha trabajado en el Cerro Dieciocho Sur.
Imagen Programa Vivienda Básica SERVIU, 1989.
Una vez que ganaron la licitación, obtuvieron también el monopolio. Se regularizó el recorrido, pero con un pésimo servicio. Para tomar un auto a veces debes esperar una hora, dependiendo del sector de la comuna donde te encuentres. El pasaje desde cualquier punto es igual, 800 pesos, precio similar al de Metro de Santiago en horario punta.
Los almacenes comenzaron a crearse en el barrio, situación que generó un alivio para los vecinos que a veces olvidan traer cosas desde el pueblo Lo Barnechea. Estos negocios tienden a tener precios un poco más caros, pues la lejanía de La Vega y de los lugares de abastecimiento genera en ellos un mayor gasto. Aunque siempre están dispuestos a fiar. La colaboración se hace de forma constante cuando se enferma o fallece alguien. Toda la cuadra lo sabe. Pero no es porque la gente sea extremadamente copuchenta, sino porque las colectas son la forma en que nos ayudamos.
Un profesor me dijo una vez que “los hijos de los ricos se crían con las nanas, los hijos de los pobres, frente al televisor”. Al analizar esta situación hoy no puedo encontrar más sentido en aquella frase.
Durante mi infancia, cuando salía a jugar a la calle, los autos estacionados ya servían de escondite y los que se encontraban sin reparar eran parte del paisaje. Muchas veces debías correrte porque venía un vehículo. Siempre era un vecino o familiares de ellos, ya que poca gente visitaba el lugar.
A comienzos de este siglo el Cerro Dieciocho era mirado como un barrio peligroso, idea que aún mantienen algunas multitiendas por temas de seguridad, indicándolas con un punto rojo al momento de realizar una compra y pedir un despacho a domicilio. Existieron rencillas entre dos bandas rivales: “Los Aukalbos” y “Los Chicanos”. Cada noche se colocaba una micro de Fuerzas Especiales en la mitad del cerro, la que abandonaba el lugar a horas de la madrugada.
Los medios de comunicación siempre estigmatizaron el Cerro Dieciocho Sur, haciendo sobresalir más los enfrentamientos que la gente de esfuerzo. Recuerdo una vez que un equipo de 24 horas liderado por Santiago Pavlovic llegó al lugar. En aquel momento entrevistaron a jóvenes menores de edad del cerro. Por ética periodística no podían mostrar sus rostros, pero resaltaron constantemente las zapatillas de marca que utilizaban. Muchos de esos adolescentes del Cerro Dieciocho hoy tienen sus familias e hijos, pero en aquel momento preferían salir a las calles y reunirse con sus amigos.
Por su parte, los vecinos señalaban en los reportajes que eran mirados de forma diferente e incluso les negaban el trabajo por ser del Cerro Dieciocho. La mayoría de ellos son súper trabajadores, y muchas veces, también son madrugadores para poder llegar a buena hora a su fuente laboral. Entre el trabajo y el viaje a casa, solo les queda tiempo para dormir y al día siguiente levantarse a trabajar.
No cabe duda de que el poco tiempo de los adultos en sus casas y la poca conectividad del Cerro Dieciocho con el resto de la comuna, pudieron crear durante aquellos años “el hijo del pobre frente al televisor”, una manera de referirse a soledad en que se crían los menores mientras sus padres deben salir a trabajar, quienes en la calle podían sentir que era parte de una comunidad, que aunque alejada del resto de la ciudad, tenía sus códigos y su historia.
Los nuevos problemas
La situación económica de algunos vecinos ha mejorado, aunque la de otros no mucho. Lo cierto es que quedan excluidos de contratar servicios que para otras clases sociales son básicos en el hogar: Televisión por cable y compañía de internet, las que tienen poca cobertura.
En la punta del cerro hay una cancha en la que se aprecia la vista de Santiago y cuando juegas de noche puedes escuchar los autos que transitan por Lo Barnechea, abajo. Generalmente la cancha la ocupan los adultos para jugar a la pelota o alguna que otra vez se realizan actividades para los niños, mientras a su alrededor los vecinos estacionan sus vehículos.
Para ahorrar dinero o por apuro los vecinos suelen bajar caminando las empinadas calles del cerro, hecho que ha generado en muchos de ellos dolores de rodilla, los que se producen por el rebote de las piernas al descender. Debido a estas situaciones es que más personas han decidido comprarse un auto, lujo que para la gente del cerro resulta una necesidad, pero que cada vez ocupan mayor espacio en las calles.
El atochamiento de autos se ha tornado un peligro. En agosto de 2015 ocurrió un incendio en el sector más alto del Cerro Dieciocho y para los camiones más grandes de bomberos se hizo difícil el acceso a la cumbre, debido a la cantidad de vehículos en la calle, lo que obligó a uno de los carros a subir contra el tránsito.
Cerca de donde ocurrió el incendio no existe ningún grifo, el más cercano está ubicado a varias casas de distancia y el siguiente en la mitad del cerro, desde donde bomberos debió conectar mangueras para poder controlar el siniestro muchos metros más arriba. Afortunadamente no hubo muertes que lamentar, pero en una casa la pérdida fue total.
A finales del 2017 comenzaron las tomas de terreno en diferentes laderas del Cerro Dieciocho. Personas que buscan una solución habitacional dentro de Lo Barnechea y que no desean correr la misma suerte de vecinos que encontraron respuesta en comunas como Quilicura o Colina producto de las políticas de subsidio a la vivienda instauradas en los últimos 30 años.
Las personas que habitan estos campamentos viven en piezas prefabricadas de tres metros por tres metros, en sectores peligrosos y de posibles derrumbes, otros viven en carpa metros más abajo.
La respuesta de la Municipalidad de Lo Barnechea frente a estos hechos ha sido poner una orden judicial en contra de estas personas y en junio de este año ordenaron que se realizara un desalojo. Pero tras presentarse recursos de protección y encontrarse la investigación en curso, la municipalidad aplazó esta medida para principios de octubre, momento en que inició el estallido social.
Lo Barnechea despertó
Ya son 40 días en que los barnecheínos se han manifestado de forma intermitente y la consigna al igual que en todo Chile sigue siendo la desigualdad. Una primera semana de movilizaciones intensa e histórica, con una Plaza Nido de Águilas repleta y más de dos mil manifestantes en las calles.
Las ollas, banderas y cánticos encienden un nuevo día más de lucha. Me acerco a uno de los chicos que parece tener el liderazgo del movimiento y le pregunto a dónde marcharemos hoy. Y él me contesta “no sé”. Su respuesta no me sorprende ya que cada día es un destino diferente.
Hemos caminado por las avenidas Las Condes, La Dehesa y El Rodeo, que son los márgenes que encierran las poblaciones del pueblito de Lo Barnechea. Cada lugar recorrido ha sido importante ya que en ellos se refleja el límite de la desigualdad.
Cuando en diciembre de 1998 fue inaugurada la primera etapa de Lo Ermita de San Antonio en Lo Barnechea, que transformaba el campamento en viviendas sociales, se creó un gran muro que dividía el sector de Quinchamalí, ubicado hacia Avenida Las Condes, con Lo Ermita. Sus dimensiones eran de tres metros de altura por 300 metros de largo, lo suficiente para dividir las dos caras de Lo Barnechea. Los vecinos de Lo Ermita se sintieron discriminados al visualizar que la construcción era de ladrillo y hormigón. Partes de este muro aún existen y al cruzarlo quedan a la vista la diferencia de viviendas y espacios públicos entre un sector y otro.
Muro en Lo Ermita de San Antonio en Lo Barnechea.
Los límites de la desigualdad han estado presentes en el área pública, lo que se ve reflejado en que hoy el consultorio, la Policia de Investigaciones y seguridad ciudadana se ubiquen en la calle El Rodeo, lugar que divide los dos Barnechea. La municipalidad y el centro cívico tambien se ubican en esta calle, pero a la altura de avenida La Dehesa. Al otro lado de la frontera.
La infraestructura pública tampoco queda atrás, ya que mientras en el Cerro Dieciocho se pavimentan las calles con asfalto, en Los Trapenses se aplica concreto. Mientras en la población Las Lomas hay un letrero que indica la parada, en el Shopping de La Dehesa existe un paradero climatizado del tamaño de una vivienda mediagua.
Por estos factores, el sentido de las marchas ha sido molestar e incomodar desde el margen de la desigualdad. La idea es hacerlos sentir el otro Chile. Ese Chile anónimo que vive cerca de ellos y el cual parecieran desconocer.
Así como cada movimiento de la marcha es incierto, cada intervención dentro de ella también lo es. Desde manifestarse al interior de un parque en el sector de El Huinganal, hasta jugar a la ronda en Avenida La Dehesa. Desde un cabildo abierto y con músicos en la Plaza Nido de Águilas, hasta una intervención frente a la comisaría para honrar a las personas asesinadas en las manifestaciones.
Cada manifestación desde el sábado 19 de octubre ha sido importante, aunque algunas hayan tenido poca convocatoria y otras muchas prensa. La tarde del domingo 24 de noviembre se realizó un llamado a movilizarse al interior del Portal La Dehesa a las cuatro de la tarde.
La gente comienza a congregarse de poco al interior del mall, no son más de 50 personas que empiezan a realizar cánticos. La situación incomoda a los clientes, quienes molestos insultan a los manifestantes y deben ser resguardados por la seguridad del Portal La Dehesa.
La situación comienza a subir de tono y entonces se escucha una frase idéntica a la de la película Machuca: “¡ándate a tu población, roto de mierda!”, dice uno de los clientes. El ambiente se tensiona y de forma simultánea se llama a una nueva manifestación a las seis de la tarde al interior del recinto, la que logra una mayor convocatoria. Crece la cantidad de garabatos por ambos lados y hay golpes y empujones. Carabineros llega al lugar y saca del recinto a los manifestantes y a la salida realiza una denominada “encerrona”, llevándose algunos jóvenes.
El hecho circuló por redes sociales, se viralizó y llegó rápidamente a los medios de comunicación, que por largos minutos tocaron el tema en los matinales. Guinda de la torta que se la daría una nueva protesta al interior del mall el día lunes 25, que finalizó con un hombre disparando a los manifestantes y carabineros con intentos de ocupar su arma de servicio en manifestantes pacíficos.
En estos más de 50 días, se hizo visible lo que por tantos años se ocultó: se vieron las diferencias al interior de la comuna más desigual de Chile, la que por años ha mantenido fronteras para dejar en los márgenes a la desigualdad y sacarla de su mapa.