Hace tres años nuestro país estalló, luego de décadas de acumulación de un profundo malestar que inundó las capas de nuestra sociedad ya fragmentada. Tres años después, con una pandemia global a cuestas, un proceso constituyente que intentó canalizar el malestar ciudadano y una economía en crisis, es válido preguntarse: ¿Cuánto de lo que nos condujo al Estallido Social de 2019 ha sido resuelto? ¿Hemos podido dar solución a “las problemáticas reales de la ciudadanía”?
Sería ilógico pensar que nada ha cambiado. De hecho, si queremos ver el vaso medio lleno, podríamos decir que posterior al 18 de Octubre, sectores históricamente excluidos de las instancias de decisiones colectivas, consiguieron ingresar a espacios de representatividad institucional en el parlamento, el senado, gobernaciones regionales, consejerías regionales y gobiernos locales en todos los territorios.
Y a partir del proceso constituyente que se abrió, también pudimos constatar que el principio de la paridad se ha instalado como un criterio esencial en la necesidad de profundizar nuestra democracia. Independiente del sector político, la participación paritaria en las decisiones colectivas es una realidad. Desde Republicanos al PC, pasando por la UDI y la ex-concertación, la consigna “nunca más sin nosotras” es un valor transversal y nos propone un cambio de paradigma político, donde a pesar de no ser mayoría, fuimos los hombres quienes en general tomábamos las decisiones colectivas en nombre de un concepto erróneo de “democracia”.
Sin embargo, estos cambios por sí solos no son capaces de resolver las urgencias diarias de una población descontenta, endeudada y cansada que ha tenido que seguir rascándose con sus propias uñas, como lo ha hecho desde antes de la pandemia, desde antes del estallido y mucho antes de la propuesta constitucional… y posterior al plebiscito del 4 de septiembre.
Tres años después el sistema político en su conjunto no ha sido capaz de resolver ninguna de las urgencias estructurales de millones de personas que siguen jubilándose con pensiones que no alcanzan a superar la línea de la pobreza. El sistema de salud, aún dividido en público y privado, es incapaz de dar una respuesta eficaz y oportuna a millones de personas que necesitan tratamiento y cuidados. La educación sigue entrampada en su lógica de mercado haciendo casi imposible para vastos sectores de la sociedad hacer valer la premisa de la meritocracia y lograr un ascenso y promoción social basado en las capacidades y no en los contactos o tamaño de la billetera.
Es papel de la política guiar la construcción de soluciones que nos acerquen al anhelado bienestar social, con altura de miras, determinación y generosidad para elaborar políticas públicas de calidad y largo aliento, que nos permitan transitar las horas más complejas de las últimas décadas. El 18 de Octubre nos enseñó que cualquier nuevo pacto social tiene que ser en conjunto con la ciudadanía y no a espaldas de ella, convocando desde cada territorio a quienes sean capaces de poner por delante a las personas, más allá de cualquier diferencia social, cultural o de origen.
El camino luce cuesta arriba, pero confiamos y esperamos que este momento de incertidumbre sea el tiempo en que emerjan los grandes acuerdos que nos permitan avanzar en mayores niveles de legitimidad institucional y alcanzar la extraviada paz social.
Equipo Político Territorios Democráticos